2007/02/18

Feliz año del cerdo, cerdo

Un sipiajo es un sipiajo y me da lo mismo que digan que es un rasgo propio de la cultura china.

Esta tarde, al cruzar la calle para ir a casa de Angela, una amiga que me había invitado a su cena de año nuevo chino, he escuchado ese sonido de gárgara que ya empiezo a reconocer a distancia. Primero se oye un ruido parecido al de un centrifugado de lavadora. Después vienen un par de segundos de silencio marcados por una inhalación profunda de aire. Y luego ... ¡Plaf! El clásico sonido de un líquido cuando se estrella contra el suelo. Me he girado bruscamente y le he visto a él. Un chino vestido con bata azul y pantalones grises, con el pelo oscuro y cara de satisfecho mientras miraba al suelo para ver donde había caído el sipiajo. Le he mirado con cara de reprobación aunque se que no vale la pena. Escupir en China todavía está bien visto, aunque sea en el barrio residencial más pijo de todo Pekín. Le he soltado ¡Feliz año del cerdo, cerdo!, y me he marchado corriendo. Eran las 7 y en casa de Angela todo el mundo me esperaba para cenar.

La noche de fin de año en Pekín tiene poco glamour. Por las ventanas de los bloques de apartamentos de nuestra calle se veían familias sentadas en el sofá mirando la tele y mesas de comedor cubiertas de restos de comida. En Pekín se cena a las 6. Cada región del país tiene un menú distinto para Fin de Año. Angela es canadiense pero su familia es de Hong Kong. Su madre ha venido desde Canadá para pasar con ella esta noche y ha cocinado para todos sus amigos. “En Hong-Kong es tradicional cocinar pescado”. El pescado es un símbolo de prosperidad en la cultura china. En Pekín, en cambio, es típico es comer jao zi, unos raviolis rellenos de carne y verdura que se cocinan al vapor. Para la cena de fin de año se sirven en una bandeja con forma de pez.

Pero en casa de Angela la mayoría de los invitados no éramos chinos y el menú ha sido más variado. Lo mejor ha sido comer con palillos la que era mi aportación a la cena, una ensalada aliñada con la única botella de vinagre de Módena que quedaba en Carrefour y salpicada de maíz de lata chino. Un americano había cocinado spagueti Alfredo con setas chinas, las mismas que la madre de Angela ha metido en una sopa cremosa de buey y vieiras, que estaba muy muy buena. También había calabacines fritos con anacardos y un pato estofado en una salsa marrón agridulce acompañado de cebolletas. Boles de arroz blanco y para beber, tazas de agua caliente para los chinos y vino tinto australiano para los occidentales. De postre, Angela ha sacado un pomelo gigante. Nunca había visto esta fruta antes. En inglés se llama honey pomelo. Es de color amarillo y tiene un sabor más dulce que el pomelo tradicional. Pero cada gajo está recubierto de una piel áspera de color blanco, parecida a la de la naranja, y pelarlo requiere paciencia. Vale la pena.

La comida china llena el estómago enseguida aunque pronto se vuelve a tener hambre. Comper con palillos obliga a comer rápido y compulsivamente, así que en 20 minutos ya hemos acabado. Jugamos al mahjong y a cartas y comemos golosinas chinas: hay un pastelito relleno de almejas. Los chinos prefieren gastarse el dinero en caramelos y fuegos artificiales que en desfiles de grúas de colores y dragones dorados. En los barrios chinos de Nueva York y en Londres la celebración es más espectacular que en Pekín. ¿Queda alguna tradición más a parte de los petardos? Pregunto. “A las 12h de la noche comemos judías rojas”, contesta Vina, una china que viene de un pueblo cercano a la ciudad de Sichuan, en el centro del país. “Sichuan: spicy food”, me aclara. Vina no ha vuelto a su pueblo para pasar el Fin de Año con su familia. En el trabajo no le han dado vacaciones. Vina trabaja cada día de lunes a viernes hasta muy tarde y los fines de semana estudia un Máster en Ciencias de la Información en la Universidad de Pekín. “Mis padres me obligaron a matricularme a una carrera de informática para que tuviera un buen trabajo y ganara dinero, pero a mi no me gusta”, se lamenta Vina. Su novio, Michael, un canadiense de veintitantos años que dejó su país para convertirse en profesor de inglés en Corea y luego en China, me comenta que a los chinos lo único que les interesa es hacerse ricos. “A la gente le da igual la política. Mientras el Gobierno les deje hacer negocios con libertad, no habrá conflictos”. China es una sociedad práctica. Pagando consigues lo que quieres, desde un visado, un permiso de residencia a un billete de tren. “Y todo sin saber ni una palabra de chino”, añade Michael.

A.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola naranjitos:
A ver si colgais alguna foto del fin de año chino para que los occidentales podamos ver como lo habeis celebrado. Ya sé que C. lo celebró currando y tirando petardos con los chinos.
Por cierto A. ¿para cuando el libro sobre comida china? Se me ha hecho la boca agua pensando en la comida de la que hablas
Besos desde Berlín. Bj

Card Poker dijo...

Charming question