Año Nuevo en el Parque
El Parque de Longtan de Pekín a las 13.30 de la tarde del Día de Año Nuevo Lunar está abarrotado de gente. En la calle que da a la entrada principal, los coches no avanzan. Nuestra paciencia se agota. Desde el interior del taxi vemos pasar a niños sujetando una especie de piñatas de madera decoradas con colores vivos. En la parte superior hay colocada una rueda de madera que gira con el viento y hace ruido. Nos adelantan las abuelas, abrigadas con las tradicionales chaquetas acolchadas que se abrochan por delante con botones de tela. Agunos hombres llevan boinas de piel, que seguramente trajeron del campo cuando vinieron a vivir a la capital. Bajamos del taxi y nos dirijimos a pie hacia la entrada del parque.
En Pekin es tradicional pasar el día de Año nuevo en el parque. Los chinos prefieren el día a la noche. Aunque la mayoría estuvo ayer tirando petardos hasta pasadas las 12 de la noche, hoy tambien madrugan. El parque cierra a las 4 de la tarde.
El parque de Longtan está en un barrio humilde del sureste de la ciudad. En el interior hay dos lagos, un templo y un parque de atracciones. Desde la puerta de entrada ya llega el olor a pescado frito, especies y carne chamuscada de los pinchitos chinos. En los caminos que bordean al lago se han instalado cientos de barracas de comida tradicional que estaran abiertas durante las dos semanas que duran las vacaciones de año nuevo, o Fiesta de la Primavera.
El olor es tan intenso que Cristian y yo hemos de salir de vez en cuando del pasillo de los puestos de comida para respirar. En los laterales del parque se han montado pequeños escenarios donde la programacion de actuaciones es de lo más variada. En el primero que encontramos dan un espéctaculo de Opera china. El público, sentado en sillas de madera o de cuclillas en el suelo, escucha alucinado la estridente voz de la cantante, que va vestida con máscara y traje tradicional. El oido occidental no ha sido entrenado para valorar la ópera china, pero vale la pena estar allí para ver al grupo de músicos tocando instrumentos de cuerda desconocidos y ser testigo de la fascinación que despierta el espectáculo entre el público. En Longtan la gente es más humilde que en nuestro barrio residencial de Chaoyang. Aquí la gente no pasea con ropa de marca ni saca a pasear a sus Golden Retriever. Predominan las familias con niños y, sobretodo, la gente mayor vestida de otra época.
Todos comen: pinchitos de calamar o de hígado de pollo, sopas de fideo y rollitos de primavera chorreantes de aceite de girasol. Probamos muchos dulces, entre ellos una especie de pan de ángel endurecido de color naranja que parecía un ladrillo. Puede que fuera de calabaza o de alguna una fruta exótica. Pero una de las comidas típicas del Año Nuevo en Pekin son las "papillas" (porridge, en inglés). En los puestos se exponen los distintos tipos de harina, grano y frutos secos con las que se prepara. El vendedor pide al cliente que escoja la harina y el resto de ingredientes que desea, los vierte en un bol y le añade agua caliente de una caldera gigante acabada en forma de tetera. El agua caliente y el vapor convierten los ingredientes en una papilla de color blanco, marron o transparente, según lo que uno haya escogido. La mía tenía un color gris y una textura blanda, parecida a la de la glucosa o la tapioca. Demasiado dulce para mi paladar. Se la regalé a Cristian, que en esos momentos masticaba una caña de bambú y escupía trozos de rama seca al suelo.
En otro escenario los protagonistas eran niños malabaristas. Vimos a un niño que mantenía una barra sin caerse por encima de su cuerpo mientras bailaba al ritmo de música disco y a una niña con maillot de brillantes aguantando el equilibrio sobre una bici de aquellas de una rueda y sin manillar. Los dos eran muy buenos pero nos dimos cuenta de que los chinos no aplauden.
En el centro del parque estaba instalado el escenario principal. Los espectáculos de artes marciales, bailes de abanicos y escenas de kung-fu se sucedían ante la mirada relajada de miles de chinos que probablemente sólo disponen de estos días de vacaciones a lo largo de todo el año.
En una de las entradas al parque han levantado un jardin artificial con flores de plástico y almendros con hojas de papel. Los chinos celebran la llegada de la Primavera aunque en la ciudad haya pocos árboles de verdad. Las familias hacen cola para fotografiarse junto al jardín artificial. En la cultura china el paisaje siempre fue un medio al servicio de la humanidad.
A pesar de la multitud, en el parque no hay caos. Hay policías en cada rincón. La mayoría son muy jóvenes y el uniforme les va grande. El parque tampoco está sucio, hay papeleras delante de cada caseta de comida y un equipo de basureros que se pasea por el recinto con el cubo y la escoba en la mano.
A las 4 de la tarde la gente vuelve para sus casas. Para los que se han quedado con hambre, pronto será la hora de cenar. En la calle de Longtan Lu han aparecido unos hombres de piel morena y rasgos más propios de las étnias de Asia central. Venden un pastel de frutos secos que transportan sobre un carrito de latón, y nos los dejan probar. El sabor de la miel, las almendras y la nueces nos trasladan por un momento de vuelta a casa, pues el pastel se parece mucho al turrón. Los vendedores son uzbekos y musulmanes, una minoría étnica en China. Algo tendrán en común con nuestros orígenes porque, por 30 yuanes, nos hemos llevado a casa 1 kilo de pastel.
A.
En Pekin es tradicional pasar el día de Año nuevo en el parque. Los chinos prefieren el día a la noche. Aunque la mayoría estuvo ayer tirando petardos hasta pasadas las 12 de la noche, hoy tambien madrugan. El parque cierra a las 4 de la tarde.
El parque de Longtan está en un barrio humilde del sureste de la ciudad. En el interior hay dos lagos, un templo y un parque de atracciones. Desde la puerta de entrada ya llega el olor a pescado frito, especies y carne chamuscada de los pinchitos chinos. En los caminos que bordean al lago se han instalado cientos de barracas de comida tradicional que estaran abiertas durante las dos semanas que duran las vacaciones de año nuevo, o Fiesta de la Primavera.
El olor es tan intenso que Cristian y yo hemos de salir de vez en cuando del pasillo de los puestos de comida para respirar. En los laterales del parque se han montado pequeños escenarios donde la programacion de actuaciones es de lo más variada. En el primero que encontramos dan un espéctaculo de Opera china. El público, sentado en sillas de madera o de cuclillas en el suelo, escucha alucinado la estridente voz de la cantante, que va vestida con máscara y traje tradicional. El oido occidental no ha sido entrenado para valorar la ópera china, pero vale la pena estar allí para ver al grupo de músicos tocando instrumentos de cuerda desconocidos y ser testigo de la fascinación que despierta el espectáculo entre el público. En Longtan la gente es más humilde que en nuestro barrio residencial de Chaoyang. Aquí la gente no pasea con ropa de marca ni saca a pasear a sus Golden Retriever. Predominan las familias con niños y, sobretodo, la gente mayor vestida de otra época.
Todos comen: pinchitos de calamar o de hígado de pollo, sopas de fideo y rollitos de primavera chorreantes de aceite de girasol. Probamos muchos dulces, entre ellos una especie de pan de ángel endurecido de color naranja que parecía un ladrillo. Puede que fuera de calabaza o de alguna una fruta exótica. Pero una de las comidas típicas del Año Nuevo en Pekin son las "papillas" (porridge, en inglés). En los puestos se exponen los distintos tipos de harina, grano y frutos secos con las que se prepara. El vendedor pide al cliente que escoja la harina y el resto de ingredientes que desea, los vierte en un bol y le añade agua caliente de una caldera gigante acabada en forma de tetera. El agua caliente y el vapor convierten los ingredientes en una papilla de color blanco, marron o transparente, según lo que uno haya escogido. La mía tenía un color gris y una textura blanda, parecida a la de la glucosa o la tapioca. Demasiado dulce para mi paladar. Se la regalé a Cristian, que en esos momentos masticaba una caña de bambú y escupía trozos de rama seca al suelo.
En otro escenario los protagonistas eran niños malabaristas. Vimos a un niño que mantenía una barra sin caerse por encima de su cuerpo mientras bailaba al ritmo de música disco y a una niña con maillot de brillantes aguantando el equilibrio sobre una bici de aquellas de una rueda y sin manillar. Los dos eran muy buenos pero nos dimos cuenta de que los chinos no aplauden.
En el centro del parque estaba instalado el escenario principal. Los espectáculos de artes marciales, bailes de abanicos y escenas de kung-fu se sucedían ante la mirada relajada de miles de chinos que probablemente sólo disponen de estos días de vacaciones a lo largo de todo el año.
En una de las entradas al parque han levantado un jardin artificial con flores de plástico y almendros con hojas de papel. Los chinos celebran la llegada de la Primavera aunque en la ciudad haya pocos árboles de verdad. Las familias hacen cola para fotografiarse junto al jardín artificial. En la cultura china el paisaje siempre fue un medio al servicio de la humanidad.
A pesar de la multitud, en el parque no hay caos. Hay policías en cada rincón. La mayoría son muy jóvenes y el uniforme les va grande. El parque tampoco está sucio, hay papeleras delante de cada caseta de comida y un equipo de basureros que se pasea por el recinto con el cubo y la escoba en la mano.
A las 4 de la tarde la gente vuelve para sus casas. Para los que se han quedado con hambre, pronto será la hora de cenar. En la calle de Longtan Lu han aparecido unos hombres de piel morena y rasgos más propios de las étnias de Asia central. Venden un pastel de frutos secos que transportan sobre un carrito de latón, y nos los dejan probar. El sabor de la miel, las almendras y la nueces nos trasladan por un momento de vuelta a casa, pues el pastel se parece mucho al turrón. Los vendedores son uzbekos y musulmanes, una minoría étnica en China. Algo tendrán en común con nuestros orígenes porque, por 30 yuanes, nos hemos llevado a casa 1 kilo de pastel.
A.
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(Annex fotogràfic C.)
1 comentario:
Buenas Naranjos-cerdinos, no me he dado la molestia de leer la última nota de A., pero ya retomaré la lectura...pensé que les interesaría (por lo menos al B.i.z.c.o.c.h.o) una resena que pasó hoy por mis ojos sobre la película recién estrenada en Espana: la vida de los otros.
http://blogs.elboomeran.com/figueras/2007/02/las_vidas_de_ot.html
Que lo disfruten y saludos a todos esos cerdos.
L.
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