2007/05/01

WU YI (1 de Mayo)


En el parque de Chayoang de Pekín nadie parecía recordar esta mañana el significado del día 1 de mayo, Wu Yi (5 /1). “Para mi es un día importante porque suele coincidir con la llegada del buen tiempo y, como es festivo, puedo salir a pasear con mi hija”, comenta una mujer de unos cuarenta años, con el rostro recubierto de pecas y vestida con una camiseta rosa chillón que le dan un aire infantil. Trabaja en el departamento de control de calidad de una joint-venture de la capital china y está satisfecha con su horario laboral, que es de 8 a 5 de la tarde, cinco días a la semana, aunque le gustaría tener más vacaciones y un salario más alto. Pero hoy no piensa en eso. Sólo quiere relajarse.

China instauró hace seis años un sistema de vacaciones semanales centradas en el Día Nacional, en Octubre, el día de Año Nuevo, en Enero o Febrero, y en el Día del Trabajo, en Mayo, para incentivar el consumo doméstico y el turismo. “Mis padres sólo tenían un día de vacaciones”, explica Zhang Jung, funcionario público, que pasea por el parque vestido con una elegante camisa azul y las gafas de sol de Calvin Klein de imitación. “Para ellos, el día 1 de Mayo era sólo una cena”, continúa, “mientras que nosotros tenemos cinco días de vacaciones”. Normalmente Zhang se llevaría a su familia de viaje, fuera de Pekín, pero esta vez se ha tenido que quedar por motivos de trabajo. Mientras su hija le estira por el brazo, Zhang explica que en China, a diferencia de Europa, las vacaciones son más flexibles. “Si surge una urgencia en la oficina hay que volver de inmediato”, comenta.

“¿Cree usted que los jóvenes ya no son conscientes del significado del Día del Trabajador?” le preguntamos a una mujer de 77 años, retirada, que pasea con su hija y su nieto. “Es cierto”, nos responde. “Sólo piensan en las vacaciones”, añade. Pero a esta mujer, que trabajó hasta de obrera en una fábrica metalúrgica hasta los 51 años, soportando duras condiciones de trabajo, no le parece que sea una actitud incorrecta. “La primera vez que tuve vacaciones en mayo fue hace dos años con mi hija, que me llevó a Shanghai”. Su hija, maestra de escuela, nos explica en un correcto inglés que su generación todavía puede entender el significado del Wu Yi, ya que conocen las condiciones que sufrieron sus padres y son conscientes de las mejoras. “Son los muchachos como mi hijo y mi sobrina, estudiantes de Bachillerato, los que no saben lo que es trabajar”, dice. Ella asegura que con su salario y el de su marido pueden costear los estudios de sus hijos y llegar a fin de mes sin problemas.

Entre los paseantes de Chaoyang hay familias acomodadas, que se muestran encantadas de explicar su afortunada situación laboral, pero también hay gente humilde, que rehuye a explicar su historia, y trabajadores explotados como Ji HuaiQín, encargada de barrer y reco
ger la basura del parque. Ji asegura que trabaja siete días a la semana, en turnos de 12 horas, sin descanso, por 640yuanes al mes, 64 euros. No tiene contrato. No tiene nunca vacaciones, ni para el Año Nuevo. Ji dice que no intenta cambiar de empleo porque sólo encontraría más de lo mismo. Lo explica con una voz tranquila y pausada, sin quejarse. Le preguntamos porque los trabajadores como ella no exigen sus derechos o mejoras de las condiciones laborales. “La gente como ella, inmigrantes, obreros (dā gōng), no entienden el concepto de lo que es mejorar. Para Ji, todo es mejor que antes, cuando vivía en Fujian”, nos dice nuestra traductora, S., una joven cantonesa de 22 años. S. se despide de Ji con una caricia compasiva en el hombro. Nuestra traductora parece no acabar de creerse que haya compatriotas suyos con vidas tan duras.

Un grupo de ocho trabajadores duerme la siesta en el pequeño parterre que hay detrás de un edificio en construcción. A las 12.45, después de una pausa para comer, deben volver a la obra. Uno de ellos comenta que hace 8 años que llegó a Pekín de la provincia para trabajar en la construcción y no ve que las condiciones laborales hayan mejorado demasiado.

Trabajan en turnos de 11 horas, de día y de noche, y cobran menos de 700yuanes, 70 euros, al mes. La compañía les proporciona el alojamiento, pero los dormitorios están sucios y en mal estado, y no tienen ni baños. Los trabajadores apenas ahorran para enviar dinero a sus familias en la provincia. El dā gōng que habla con nosotros, que tiene 37 años, manda todo el dinero que puede a casa de sus padres para pagar los estudios de su hija de 9 años, que vive con ellos. Su mujer también emigró a otra ciudad para trabajar. A ellos, el wu yi les trae sin cuidado y manifestarse para mejorar sus condiciones laborales sólo les serviría para perder su trabajo.

Grupos de soldados con uniforme verde patrullan por el parque. “El ejército aumenta su presencia en los días festivos”, explica S., “para aplastar cualquier intento de manifestación”.

En la prensa oficial de hoy apenas se hace mención especial al Día del Trabajador; sólo la editorial de China Daily recordaba que “la imagen tradicional del obrero, sacada a relucir durante décadas por el Partido Comunista, necesita transformarse”. Y añade, “necesitamos cultivar una nueva generación de trabajadores tecnológicamente preparados y bien remunerados”.

En el resto de los artículos sólo se habla de los millones de chinos que se marcharan de vacaciones.



A.

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