La madre de China
En China hay un antiguo dicho que pocos hoy repiten, más que nada por vergüenza: "El río amarillo es la madre de China". Pues la madre de China se muere, y con ella las esperanzas de un mundo mejor. El mundo se hunde, y la grieta en el casco del barco se encuentra en China. El Río Amarillo es una de las arterias fluviales más importantes de Asia y también un largo corredor de mierda industrial. Las autoridades obviamente reconocen la situación desde hace años, pero nadie detiene a las fábricas que contaminan sin ningún tipo de control o tratamiento de residuos.
En Yichuan, capital de Ningxia, zona desértica y provincia que posee el tramo más largo del río, la agricultura es junto a las minas de carbón el principal sustento. El carbón sigue viento en popa como combustible favorito del país, la agricultura en Ningxia está pasando por un mal momento, cada vez los chinos evitan más comprarla por sus altos índices de contaminación. "En China decimos algo así como: sólo cómetelo, no tienes otra alternativa", me cuenta Y. mientras almorzamos con sus compañeros de trabajo en un antiguo templo budista de Yinchuan. Y. se refiere a una de las grandes desgracias del país, la imposibilidad económica para la gente más pobre de escoger otros alimentos que no sean los contaminados. Un conocido experto de Pekín contratado por el gobierno local nos confirmó que vegetales chinos por valor de 4.000 millones de dólares son rechazados para la exportación por los altos níveles de contaminación química. El templo es hoy un museo y Y. organiza una exposición de antigüedades de las dos últimas dinastías de emperadores cedidas por un anticuario de la zona, que también nos acompaña. Comemos al aire libre, bajo el porche de la torre del templo, ¡sentados en un conjunto de mesa y sillas de 200 años de antigüedad de la dinastía Qin! Su visión de la situación no puede ser más triste: me cuentan acerca de las fábricas petroquímicas, de papel, aluminio y farmacéuticas que están establecidas en la ciudad y que para evitar inspecciones medioambientales del gobierno central trabajan a toda máquina por la noche.
El problema medio ambiental es para todos, el coste humano inmediato, para ellos. Miles de personas quieren emigrar de las zonas desérticas pero la salida más inmediata, las zonas de cultivo del Río Amarillo, ya están saturadas y en declive. 120.000 personas viven en la miseria, sin poderse ni siquiera pagar el billete de autobus para emigrar a los centros industriales. Centros industriales como Lanzhou, a 400 Km, capital de Gansu. Lo mismo que Ningxia pero con el poso histórico de ser la puerta de la Ruta de la Seda y el confín del imperio chino durante siglos y siglos. Lanzhou fue hasta hace cinco años la ciudad más contaminada del planeta. Ellos promueven la región por el turismo cultural, pero yo promovería Lanzhou para otro fin: todos aquellos que duden del efecto humano en el calentamiento del planeta, por favor, que se pasen por aquí. Nunca verán el sol, respirarán olores tóxicos de todos los colores, una neblina tóxica se mezcla con el ajetreo de coches y comerciantes en bicicleta. Dientes roídos por el carbón, ratios de cáncer incomparables... Las ONG admiten que la situación ha mejorado algo, que el gobierno ha aplicado mayores controles, pero el río sigue muriéndose. Observé cascadas de aguas verdes y negras de olor mortal que en cualquier ciudad occidental mandarían a muchos a prisión. ¿Podrían algún día ser crímenes contra la humanidad los delitos medioambientales? G. es la traductora que me acompaña con un grupo de ecologistas. Ella no es miembro del grupo pero cree en el bien común y les aplaude. G. tiene 24 años y se ha afiliado al Partido Comunista. Sus padres no eran miembros pero ella sí ha querido serlo. Ha visto miseria y mucha porquería en Lanzhou, y ser miembro del Partido lo justifica como un acto de apoyo al país en un momento en el que avecina problemas futuros. "El comunismo es una fe, una creencia. Un comunista no puede creer en Dios sino en su ideología", asegura.
Yo en cambio creo en los maravillosos paisajes de la Ruta de la Seda que nos acompañan en el viaje. Desiertos sin fin rodeados de cordilleras nevadas y de las últimas fortalezas en el recorrido de la gran muralla. Estuve en Jiayuguan, el límite occidental del imperio.
C.
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