2007/04/11

El vértigo de la historia

Sufro vértigo al leer libros de historia. No me refiero a obras sobre periodos o países concretos o sobre grandes personajes, sino a los trabajos enciclopédicos que resumen por ejemplo la historia de un país o de un continente. Me produce escalofríos la facilidad con la que el autor puede resumir con unas pocas lineas las desgracias o el cambio de régimen durante X siglos o X años. Lo que en aquel momento podía ser un infierno o un cambio progresivo y fundamental para una civilización, se presenta en forma de aséptico análisis.

Apurando estos días un par de libros de historia de China no puedo evitar una triste reflexión acerca del estado actual del mundo. La paz y prosperidad en Occidente que hoy vivimos como sociedad global deberá finalizar tarde o temprano, si seguimos la lógica de la historia. Más de 4.000 años lleva el ser humano viendo caer y levantarse nuevos órdenes y sistemas, ¿por qué no debería suceder ahora?

Todos nos dejamos llevar alguna que otra vez por tendencias apocalípticas: el fanatismo religioso, el capitalismo ultra, un virus que terminará con todos... Mis profecías las sustento en el desastre ecológico. Las Naciones Unidas nunca se ponen de acuerdo en nada, pero en la amenaza al medio ambiente, sí. El ecosistema se degrada a una velocidad supersónica y con él nuestro hábitat y recursos. Millones lo están sufriendo en el mundo subdesarrollado y ahora empezamos a vivirlo en el mundo rico. Lo triste del destino humano es que las élites vivimos en lo más alto y cuando descubrimos que el suelo se inunda a nuestros pies, ya es demasiado tarde para evitar el fin.

Queda la esperanza que dentro de muchos siglos, de nuevo generaciones de historiadores nos estudien como un capítulo más en sus libros. Esperemos que aprendan más rápido que nosotros.

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Vinculado a esta reflexión propongo un excelente estudio que publicó hace un par de semanas el diario Washington Post acerca de la tala salvaje de bosques en Asia. Debería surgir efecto entre las personas sensibles. En ello nos va el futuro a todos.

El documento denuncia que a China se importa la madera ilegal y desde China se exporta la mayoría de los muebles que cada fin de semana compramos en Ikea o en la gran superfície de turno. China y los Ikeas del mundo aparecen como los malos de la película. ¿Pero no seremos todos los hijos ricos del sistema los básicos culpables? Tal y como van las cosas, no es descabellado pensar que nuestros nietos nos odiarán, como así lo hizo la Generación del 68 con sus padres, los que permitieron el colonialismo, las guerras mundiales y el Holocausto.
Nosotros, pueblos soberanos de las democracias más poderosas, estamos dejando morir de hambre a África y estamos acabando con la habitabilidad del mundo.

C.

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