2007/01/31

Diumenge al Carrefour

Les grans superfícies europees substitueixen progressivament a la Xina la funció social dels mercats. Només cal anar el cap de setmana a un dels 90 Carrefour que hi ha al país per descobrir que la tradició del dissabte (aquí també el diumenge) per la tarda amb la família del xandall, sabates i mitjons blancs s'ha extès a la Xina. Entre les sis de la tarda i les nou del vespre, quan la gent surt progressivament de la feina, el Carrefour es converteix en un scalextric de milers de carrets de la compra. El Carrefour del nostre barri té 58 caixers per solucionar en qüestió de minuts el tràfic de clients. El centre no és només el supermercat sinó també un centre comercial amb botigues diverses. El més curiós és la combinació del consum occidental i les tradicions asiàtiques: la gent hi pot comprar secadors, televisió de plasma o pasta de dents Collgate, però també tortugues o peixos gat vius per fer sopa, sacs d'arrós o de llegums exòtiques i pastes o salsitxes cuites allí mateix. Tot acompanyat del tràfec dels carrets i els crits dels venedors que a cada secció avisen de les ofertes d'aquella setmana.

Els productes poden ser més cars que els que s'obtenen en la compra de botigues petites de barri, però diverses persones, totes de classe mitjana, ens han dit que prefereixen fer el sacrifici econòmic per tenir a canvi una seguretat amb la qualitat del producte. Les intoxicacions per aliments i begudes al país són freqüents. També es poden donar al Carrefour: dos dels productes que hem adquirit aquests dies tenien un gust i aspecte certament d'aliment caducat.

C.

Misterios sin resolver


Puede que sí, puede que no ... en el fondo misterioso de Beijing! La página web de un periódico pekinés anunciaba que el Museo Nacional de Arte Chino, un imponente edificio de estilo comunista en la plaza de Tian’anmenn, abría hoy por última vez al público antes de ser cerrado por reformas durante cuatro años. El periódico previene de posibles avalanchas de gente. Antes de salir disparados hacia Tiananmen, llamamos al servicio de información en inglés del museo para confirmar la noticia. La chica que contesta al teléfono no sabe nada. “Sé que tienen pensado cerrar un día de estos, pero nadie ha confirmado cuando exactamente” – nos comenta, extrañada. Quizá se haya enterado gracias a nosotros que mañana será una china más en la lista del paro. Pero como habla inglés, no tendrá muchos problemas para encontrar un nuevo trabajo. Es frecuente ver a jóvenes como ella trabajando para agencias inmobiliarias de Beijing. Cada “compound” (complejo residencial) tiene varias agencias que se ocupan de alquilar o vender los apartamentos en representación de los propietarios. A nosotros nos han enseñado el mismo piso dos chicas diferentes. Resulta que la primera chica “le había robado” la llave a la agencia de la segunda, nos comenta ésta última, entre enfadada y divertida.

En cada oficina inmobiliaria trabajan más de quince personas. Los teléfonos móviles no paran de sonar. Chicosvestidos con traje oscuro y corbata salen y entran de la calle para fumarse un cigarrillo, comprar comida y controlar los visitantes que llegan para pedir información. Como escribió Rafael Poch en un artículo reciente para La Vanguardia, “Beijing es la nueva Marbella”, refiriendose al boom de la construcción en la capital china.

Para relajarnos de la maratón busca-pisos hemos decidido ir a la presentación de una película realizada por un rockero chino famoso. Según el mismo periódico que anunciaba el cierre del Museo, la presentación era a las 7 de la tarde en la Academia Central de Bellas Artes. Hemos llegado puntuales. El lugar, un edificio de ladrillo negro inaugurado hace pocos años, estaba oscuro y vacío. Nuestras voces resonaban por los pasillos vacíos que dan a las aulas de pintura hasta que han dado con otras voces perdidas. Eran las de una familia canadiense andaba buscando lo mismo que nosotros, sin éxito, y había pedido ayuda a un estudiante de arte chino que entendía inglés. El chino no conocía ni el lugar del evento,ni la película, ni el rockero. No sabía nada. Sus amigos, estudiantes de Bellas Artes que perdían el tiempo hojeando libros de arte en la librería de la Academia, tampoco sabían nada. “Mei wo” (o algo así) decía el chino. “Cuando los chinos dicen mei wo es que no hay solución, que hay que olvidarse del tema”, nos explica la mujer canadiense. Risas. Le comentamos que éste es nuestro segundo día en Pekín. “Ya os acostumbrareis a esto”... nos dice.

Hemos cenado en un restaurante cantonés de 4 pisos que abre las 24 horas. Visto por fuera parece un chalet suizo con decoración navideña. El interior es un espectáculo. Hay un bufete donde sirven todo tipo de comida, desde col cruda a lengua de cerdo, y hasta puedes crear tu propia sopa. Sólo hay que señalar con el dedo los alimentos que quieres meter dentro. Pero lo mejor de la casa son los dim sum, una especie de raviolis rellenos ( de gambas, de carne, de verduras...) que se cocinan al vapor en unas cajitas de bambú. La cocina está separada del comedor por una puerta de cristal que permite ver como los cocineros preparan la masa de los dim sum y deja que el vapor cargado de olores se cuele entre las mesas. Detrás nuestro, un joven occidental engulle 5 o 6 platos a la vez. Todo está delicioso pero no tenemos prisa por probarlo todo. Si todo va bien, la semana que viene nos mudaremos a un apartamento en la calle de al lado.
A.




2007/01/29

Ciudad express


Por la mañana, entre las 7 y las 8 a.m, llegan a través de un patio interior los sonidos del desayuno de la nueva clase media china. Música pop y el repicar de los palillos en cuencos. En el parque privado del centro residencial en el que vivimos quedan los últimos ancianos realizando ejercicios de Taichi, a no sé cuántos grados bajo cero.

Vivimos en Chaoyang, denominado según el plan oficial del gobierno
"Beijing Central Business District" (CBD). Las autoridades decidieron en 1993 que derribarían aquí 4 kilómetros cuadrados de hutong, los barrios tradicionales de casas de planta y callejuelas, para construir un nuevo laberinto, esta vz de rascacielos y complejos residenciales de corte occidental, como el nuestro. Nuestro compound está formado por 11 edificios de 25 plantas y las prestaciones son las que pueden encontrar en cualquier metrópolis de Europa.

Del viejo Pekín ya queda poco, en cuestión de dos décadas se ha derribado un 80% de sus viviendas y en favor de los gigantes de hormigón. Incluso parece ser que el céntrico barrio en el que estuvimos residiendo el pasado verano, Qianmen, uno de los pocos que mantenían en su mayoría las comunidades de hutongs, ha empezado a ser demolido. En todos los nuevos centros urbanos como Chaoyang se repite la misma imagen patética: entre centenares de rascacielos se mantienen antiguas casitas aisladas que seguramente por milagros de la burocracia no fueron derribadas. Sus propietarios siguiendo viviendo en ellas, en condiciones muy insalubres como antaño. Ahora, aprovechan su ubicación entre grandes zonas en obras y ofrecen a los trabajadores completos almuerzos y cenas por 1 euro.

Nuestra arrendaDORA, Angela, nos asegura que todo el jaleo de obras que nos rodea terminará en seis meses. En medio año finalizarán las obras de seis edificios de 30 pisos y un nuevo complejo de galerías de arte. Actualmente se puede identificar únicamente la estructura de hormigón, nada más. El ritmo de trabajo es frenético, prácticamente de 24 horas. Ayer a medianoche se podían distinguir los reflejos de los obreros operando gracias a los grandes focos instalados por la constructora.

Que la zona es nueva se ve al momento. Vecinos recién llegados, quizá de hace pocos meses, salen por la tarde a lucir automóvil japonés o alemán y para hacer cola en el Carrefour de la esquina. Pueden ser ciudadanos locales, chinos de origen americano con un perfecto inglés e incluso algún que otro occidental. A la espera que el barrio se llene, los propietaros de locales comerciales de la zona todavía por alquilar rotulan el establecimiento, aunque esté vacío, con nombres pomposos inventados en inglés o francés para demostrar las pretensiones del lugar.

¡Incluso los árboles de las avenidas colindantes llevan poco aquí! O así lo parece, porque muchos conservan el plástico protector con el que seguramente los transportaron.

C.

2007/01/28

La aventura empezó ayer a la 1 del mediodía. Lufthansa hizo caja con nosotros. Con el kilo extra de equipaje cotizando a 30 eur, nuestro presupuesto para los próximos meses ha salido severamente perjudicado. Hemos viajado en la penúltima fila de un Boeing Jumbo repleto de chinos. Detrás nuestro, un par de abuelos han empezado a comerse unas pastas que llevaban en el bolsillo y han impregnado el avión entero de un olor a ajo que no ha desaparecido en las 9h de viaje. A mi lado, un chino glotón se peleaba codo a codo conmigo por el reposabrazos. Sólo se ha calmado cuando le han traído la bandeja de comida. No ha dejado nada. Ente mordisco y mordisco a un pollo al wok con verduras compactado en una bandeja de aluminio, el chino se comía un bollo de chocolate y plátano que tenía pinchado con un tenedor. Lo elevaba al aire y, sin apenas mirarlo, se lo zampaba como si fuera una manzana azucarada de esas que venden en las ferias.

Cristian, a mi otro lado, ha desayunado fideos de Shanghai con salsa de ostras. Dice que se encuentra mal, estirado en el sofá de diseño del piso en el que viviremos los próximos 10 días. Es un piso equipado con tele, dvd, microondas y una nevera con una pizza dentro. Se está tan bien que igual no nos movemos. Ha costado encontrarlo. El taxi, que también apestaba a ajo, nos ha dejado en el subterráneo del edificio después de consultar con vecinos, taxistas y vigilantes de partido que se encontraba por la calle. Buscábamos la Puerta 1 en el parking de coches más grande que nunca hemos visto. Los trabajadores del complejo corrían por el pasillo con los tazones de latón en la mano. Comen a las 12h en unas mesas habilitadas como cantina en el sótano del edificio. Fuera hace sol. Se divisa el cielo azul entre capas de humo y contaminación. Hoy es domingo y la ciudad está tranquila. Nosotros también. Nos vamos a comer un dim sum – el brunch típico de Cantón.

A.

2007/01/26

Made in Germany vs. Made in China

La canciller federal de Alemania, Angela Merkel, citó el pasado miércoles durante su discurso en las jornadas económicas de Davos un estudio de una compañía suiza de análisis de mercado que asegura que en 2009 China superará a Alemania com líder mundial en exportaciones. Su fortaleza como productor industrial y el bajo precio del yuan son sus principales bazas. El informe, por lo menos el resumen para prensa del informe de este Prognos Institut, destaca una cifra que todavía me parece más espectacular: en el año 2015, entre India y China coparán casi la mitad de las exportaciones del planeta.

Digo que es más espectacular este dato porque repasando el Informe de Estadística Internacional de 2005 del gobierno alemán se confirma que en 2003 China ya estaba muy cerca del podio de los países líderes en exportaciones (Alemania nº1, USA y Japón). Si se le hubieran sumado las exportaciones que salen de la zona especial de Hong Kong, el país ya sería por entonces el tercero en la clasificación mundial.

Lo impresionante para Merkel (y para mí) es que los chinos prevén mantener un ritmo de exportación mucho mayor que el alemán, hasta superarlo en 3 años.

Adelantar al país de los Volkswagen, Siemens, Bosch, C&A, BMW, DaimlerChrysler, BASF... no es nada fácil: las exportaciones alemanas aumentaron en 2006 por encima del 12%, y en los últimos cuatro años, un 9% de media. (Página 54 del informe adjunto). Si lo consiguen será la prueba definitiva de que China ha dejado de ser en cuestión de una década el país de la industria de bajo valor añadido para ser el número uno en cualquier ámbito que se les antoje.

La pregunta es, como en todo lo que rodea a China, si el mundo puede sostener su tirón.

C.

2007/01/25

Aproximació a la contaminació

Qualsevol viatger recent a Pequín recordarà com a característica de la ciutat la contaminació que envolta la ciutat. Sense dubte és per a mi el principal mal de cap que ha d'afrontar qualsevol persona acostumada als bons aires que es respiren a la majoria d'indrets d'Europa.

Fa un mes va publicar el Financial Times un ranking de metròpolis segons la seva contaminació. Pequín era la primera de la llista, per sopresa meva, que sempre havia tingut México D.F. com una mena de llegenda de monstre urbà cobert de merda. La confirmació la teniu en una nova cita que us faig del James Fallows al seu darrer article a l'Atlantic Monthly:

"Many aspects of the new, improved China will be up for the world's inspections during the Olympic Games [estiu del 2008]. But there is one little catch: the air. Unless something radical changes, I dont understand how athletic events can take place in air as dirty as Beijing's. I am not a sissy: I grew up outside Los Angeles and have been to Mexico City, Bangkok an other enviromental hellholes... But I have never, even in the worst ozone-alert days of my youth, seen anything like Beijing".

L'únic lloc on he tingut una sensació tan forta de pol·lució a l'ambient ha estat a Katowice, ciutat industrial de Silèsia, al sud de Polònia. Arribant-hi un dia de cel clar per l'autopista que uneix l'est d'Alemanya amb Cracòvia, uns quilòmetres abans d'accedir a la seva regió metropolitana distingeixes perfectament com el blau del cel es converteix repentinament en un gris tènue.

Res però comparat amb Pequín. Deu dies vàrem estar aquest estiu i deu dies van ser sense veure el sol, només una major o menor claror darrere un tel grogenc fastigós. Les causes són vàries, segons expliquen els experts: per la industrialització, el tràfic de vehicles, la deforestació massiva en dècades anteriors o la seva ubicació prop dels deserts de les regions de Mongòlia.Narracions en directe a partir de pocs dies.

C.

2007/01/24

En Pekín y sin chancletas (agosto 06)

Finalmente, el vuelo de Austrian Air nos ha dejado en Pekín. Volamos en compañía de jóvenes chinos que estudian en Europa. Empieza la aventura con disciplina comunista. ¿Dónde esta el caos? Las maletas han aparecido. A Cristian no le han detenido en aduanas. Y el chofer del autobús ha logrado entender el nombre de nuestro hotel. Nos hemos ahorrado un taxi y hemos tenido nuestra primea lección de chino. “Xixie, xixie” digo para dar las gracias.

Nos instalamos en el Qianmen Jianguo, el antiguo hotel para los delegados del Partido Comunista, que nada tiene de “cavernoso”, como informaba una guía publicada el año pasado. China se transforma rápido. La habitación hasta tiene tele (aunque solo emita los veinticinco canales de la televisión nacional). En el macrorestaurante de la recepción celebraban una boda por todo lo alto. La novia, de rojo, lanzaba grititos mientras sus amigas la seguían entre las mesas del buffet lanzando burbujas de jabón. Un arco de globos rosas y un profesional con micrófono dirigiendo la ceremonia completaban una boda made in China.

Saliendo del hotel a la derecha nos encontramos con la verdadera China, donde todo lo que parece auténtico, no lo es. Marry Mart es la versión pekinesa de Wal Mart. Unas chinitas se pasean cogidas de la mano, arrastrando unas chancletas de la Kitty que sacan humo. Otras van disfrazadas de verde, patrocinando Seven-up ante abuelitas arrugadas que ni se inmutan. La tradición milenaria y el siglo XXI se fusionan en la esquina de cada calle, aunque calle sea un concepto difícil en Pekín. Hay avenidas colosales, como la que conduce a Tian’anmen. Y el laberinto de pasillos estrechos de los hutongs, invadidos por el olor de gente y comida: de melocotones a kebabs, humeantes hot-pots de Mongolia o las especies de Sichuan. Lo venden todo. Y se lo comen todo. Después de atiborrarnos de fideos con gambas, la curiosidad nos ha llevado hacia unos pastelillos cocidos al vapor. “Mmm...” que agradable descubrir que estaban rellenos de perejil y ajo. Los restos del jiaozi han acabado dentro de la mochila de Cristian. El olor era tan fuerte que la gente se giraba por la calle para mirarnos.

Es una pena ver como el gobierno está tirando abajo los hutongs y construye bloques y más bloques de apartamentos. Al menos, los chinos disfrutarán por primera vez de lavabo en sus casas. Porque en Pekín hay un lavabo público en cada esquina.

En la plaza de Tian’anmen millones de turistas locales se reúnen al atardecer ante la ceremonia de la bajada de bandera. Se hacen fotos con el retrato enorme de Mao que cuelga de la Puerta de la Ciudad Prohibida. Los soldados – críos de apenas dieciocho años – desfilan con la bandera antes de guardarla. Detrás, la brigada de la limpieza también guarda filas, barriendo la de mierda (perdón, pero es así) que los chinos han dejado atrás.

El mito del pasado no impide que salgan disparados hacia el centro de la ciudad a consumir. A pesar de Mao, la China de hoy se ahoga en la superabundancia. Los huevos se pudren en los puestos de los mercados, los niños se atragantan de polos y en el mercado nocturno de Dong’anmen, los pinchos de escorpión y de serpiente esperan a que un valiente se los coma. Ni Cristian se ha atrevido.

El día después

Pekín no es bonita. La ciudad es un xcalextric de autopistas y avenidas sin fin que se extienden por el norte y el sur, arrasando lo que encuentren por el camino. Desde el taxi, atrapada en un tráfico espantoso, sorprende observar como se levantan rascacielos uno detrás de otro. Primero se construye, luego llegará la gente. En los barrios más nuevos se mezclan los ciudadanos que han sido expulsados de los hutongs del centro con los recién llegados de las provincias. La mayoría son trabajadores del campo que nunca han visto una calle de asfalto. Se ven familias enteras montadas en el remolque de una bici, moviéndose a la velocidad del caracol, mientras les adelanta un Audi negro de imitación con los cristales tintados, última moda entre los nuevos ricos. Los Audi de verdad son para los funcionarios del Partido.


Pekín se mueve despacio. No hay multas por exceso de velocidad, pero sí atropellos. La mayoría de bicicletas son tan viejas que los frenos ni van. En los cruces abundan los ciclistas quemando la suela de sus zapatos para no estrellarse con el de delante. Como peatón es importante no obedecer al semáforo, sino copiar al de enfrente: en este país, las masas funcionan.

Ser diferente no es práctico. Encapricharse con el horario español significa comer solo en el restaurante, con todo el personal pendiente de que uno se acabe el plato: en Pekín los locales cierran a las diez de la noche. Los caprichos no son posibles y hay que pedir simplemente lo que hay: sugerir que los fideos te los sirvan sin cebolla es malgastar el tiempo. Todas las cartas traen ilustraciones de sus platos y hay que arriesgar. Si no te gusta lo que te han servido, no importa: en China es de buena educación no dejar el plato vacío. Es señal de que el anfitrión ha sido generoso.

Cherry y Dane son los camareros de una terraza fashion en el recinto del Estadio de los Trabajadores. No sé cómo han llegado a traducir sus nombres al inglés, pero de hablarlo no tienen ni idea. Son elegantes y educados, pero incapaces de entender lo que es una Diet Coke. Sabe mal cabrearse porque el lugar es único: a la derecha el estadio en obras, en su puesta a punto para los Juegos Olímpicos. Los trabajadores comen y duermen en barracas improvisadas, pegadas al recinto, y nunca paran de trabajar. A la izquierda, una piscina pública a rebosar de niños. El deporte fue una forma de ocio que sobrevivió a la Revolución Cultural y en muchos parques se ven aparatos para hacer gimnasia. Delante nuestro, un lago nos separa de la piscina y de un pequeño acuario. Con un poco de imaginación, el escenario es casi bonito. Las luces del bar ambientan el atardecer y atraen los primeros mosquitos. Pronto estará todo el mundo rascándose las picadas.

El barrio de Dashanzi alberga la mayor parte de galerías de arte de la ciudad. En las antiguas plantas de producción de unas fábricas de la RDA, diseñadas por arquitectos de la Bauhaus, se han instalado estudios de artistas y exposiciones de las últimas tendencias creativas. A un lado de la calle, videoarte y fotografía, al otro, trabajadores de una cadena de montaje sueldan piezas sin apenas iluminación. Algunas de estas galerías pertenecen a occidentales pero por lo general no exponen el arte de sus países. El coleccionista chino solo compra arte chino y tiene la suerte de que está de moda. A las seis de la tarde, peces gordos y galeristas salen del recinto junto a los obreros de las fábricas. Tintinean los cuencos y los palillos vacíos del almuerzo mientras un vigilante laboral va vociferando a gritos que se den prisa o que descansen a gusto. No le entendemos, pero tampoco nadie se inmuta.

El auge artístico de la ciudad no deja de ser un fenómeno nacional. El Museo Nacional de Arte de China (NAMOC) mantiene una programación estrictamente oficial y su director, Fan Dian, es el responsable de la mayoría de exposiciones de arte chino que se exponen en el exterior. El flamante edificio del nuevo Museo de la Capital, inaugurado en mayo de 2006, alberga una retrospectiva de pintura del Realismo Socialista en Rusia. Ningún otro museo expone arte extranjero.

A los pekineses les unen las picadas de mosquito en las piernas. A parte de esto, aquí hay chinos de los orígenes más diversos. La mayoría pertenecen a la etnia Han pero hay más de doscientos mil musulmanes de la minoría Hui. Viven alrededor de la mezquita, en la avenida Niu Jie, visten un gorrito blanco y se dejan una barba larga y delgada. La versión china del kebab no se come con palillos: estos pancakes rellenos de carne y de una salsita marrón y dulzona se venden en cada esquina. Para disfrutarlo bien hay que procurar no caminar demasiado por el barrio para no ver los mataderos improvisados que muchas tiendas tienen en su patio trasero. El cuerpo del cordero cuelga de un clavo mientras el carnicero corta la carne, pisando tranquilamente los restos de lana y de sangre.

El orden de Mao

El mausoleo de Mao es otro ejemplo de la estética china contemporánea. Fue su primer sucesor, Hua Guofeng, quien mandó construir un templete comunista en medio de la plaza de Tian’ anmen. Adiós al equilibrio arquitectónico feng shui: la nueva simetría del recinto viene dada por las colas de entrada y salida al mausoleo. En filas de cuatro, miles de chinos se acumulan para visitar la momia del fundador de la República Popular China. Conociendo el currículum de Mao, es difícil comprender lo que les impulsa a este peregrinaje. Pero lo que sorprende, una vez más, es la falta de caos. Antes de entrar, los visitantes deben dejan sus bolsas en un vestuario al otro lado de la plaza. En esta cola, los orígenes de cada uno salen a la luz: los más humildes intentan colarse como pueden, empujan y pasan su bolsa por encima de tu cabeza. Nadie pide perdón por los pisotones pero tampoco nadie se enfada.

Una vez dentro del mausoleo, el sentido del respeto reaparece. Reinan el silencio y las reverencias ante la solemne escultura de Mao que precede al Sancta Sanctorum. Los visitantes depositan rosas amarillas – el color del poder en la cultura china – a sus pies. En el interior no hay tiempo para embobarse ante la momia de Mao. Su cabeza desprende una luz interior extraña; parece un farolillo. No queda claro que el formol haya funcionado correctamente: dicen que es de cera.

A la falta de caos hay que añadir la falta de emoción: los chinos no expresan sus sentimientos mientras peregrinan hacia la tumba de su líder, tampoco cuando se divierten. Cada noche en la Nanxinhua Jie se organiza un baile popular. Las chicas se reúnen delante del Merry Mart y esperan a que algún vecino las saque a bailar. La música sale de unos viejos altavoces conectados a una mini-cadena y apenas se oye. No hay despiporre ni toqueteos: las parejas mueven sus cuerpos de manera mecánica, con la gracia de una marcha militar. Pero son románticos y en la noche pekinesa abundan las parejas de jóvenes que se dan la mano y conversan tímidamente en los portales.

El ritual de la comida es parte de la cultura china. Hay tantos restaurantes como tipos de fideos: de arroz, de tofu, de sémola, de trigo, de huevo o de almidón de guisante. Los compran frescos cada día y se los llevan en bolsitas de plástico para cocinar en casa. Pero la mayoría comen en las cantinas. El comunismo prohibió durante un tiempo las cocinas particulares y es habitual ver a niños comiendo solos en la mesa de un restaurante. El “fast-food” parece un invento chino. En los barrios ricos los jóvenes han trasladado la tradición china a las cadenas americanas: Mc. Donald’s, Pizza Hut y en especial Kentucky Fried Chicken están siempre llenos de amigos que se reúnen para pasar el rato y hablar por el móvil. Los más sofisticados prefieren las pastelerías francesas y, vestidos a la última, se pasan horas ante un pedazo de pastel de crema y un sorbete gigante de té verde. Curiosamente, las pastelerías son un monopolio coreano. Las cocinas están a la vista y están decoradas con cierto aire retro que recuerdan a los anuncios de Kenwood de los años 70. Los pasteleros visten gorros de cocina y delantales inmaculados mientras trabajan meticulosamente cada pastel. Pueden estarse horas montando nata, batiendo huevos o extendiendo capas de mermelada. La pulcritud y la limpieza de los coreanos no tiene nada que ver con la cocina china.

Indiferencia

Da la sensación de que los chinos se ríen de ellos mismos a la cara. Cerca de la mezquita presenciamos una batalla campal entre dos mujeres: una pegaba a la otra con una botella de plástico y la otra se defendía con patadas. Dos niños – los hijos de la primera – recibieron más de una. Un hombre con la camisa destripada intentaba separarlas mientras gritaba, pero no imponía su fuerza, dejando que se pegaran. El enfrentamiento físico no parecía tan violento como el verbal. Un espectáculo gratuito para la gente de la calle, que saltaba de las bicicletas para observar, sin actuar. La indiferencia por el otro parece ser la norma y los pekineses prefieren no meterse en los asuntos de los demás: la historia reciente les ha demostrado que es peligroso y que es más sabio acusar. Solo la policía del barrio y los vigilantes del partido son capaces de poner orden. Cuando llegan, las batallantes se pelean por hacerse escuchar y, por sus gestos, parece que exageran. Nadie se mojará para hacer de testigo.

Reírse abiertamente del otro, aunque sea extranjero. Paseando por Wangfujing, la avenida más comercial de Pekín, una mujer nos señalaba con el dedo, partiéndose de risa. Según ella, el té frío con pétalos de jazmín que se bebía Cristian era sólo para mujeres. En un restaurante de calle, una camarera contemplaba divertida como nos asábamos de calor con la parrilla de carbón situada en el centro de nuestra mesa. Tampoco disimulaba su risa cuando nos veía mojar las verduras en la salsa destinada para la carne. Que se rían de ti en un restaurante es fácil: si te dan una cuchara, no intentes comer el plato con palillos. La cuchara te la han dado por algo.

No es fácil acostumbrarse a que el taxista baje la ventanilla para escupir cada cinco minutos. Lo lamentamos por el coche de al lado. Pero entre la lluvia ácida y la contaminación salvaje, un poco de saliva no hace daño. En verano, la humedad hace que el humo quede atrapado bajo las nubes y transforma la atmósfera en una niebla gris que impide ver más allá de tus narices. Respirar a fondo es un deporte de riesgo y muchos ciclistas van con mascarillas. Las chicas utilizan guantes de tela que les cubren hasta los codos y llevan paraguas para protegerse del bochorno. El conjunto, de una sofisticación cómica, es muy eficaz para evitar dolores de cabeza y pulmonares al final del día.

El sentido de la estética china es particular en muchos aspectos. Hay que destacar la importancia que le dan a los cabellos. En Pekín abundan las peluquerías, que se llenan a última hora de la tarde y los masajes capilares se anuncian por todas partes. Pero las peluquerías que abren a horas intempestivas tienen una doble función. Las luces de neón iluminan peluqueras jóvenes demasiado ligeras de ropa que, sentadas ante un televisor, aburridas, o haciéndose las uñas, esperan la llegada de otro tipo de clientes.
De las paredes de algunos hutongs cuelgan “mochos”caseros. Son simples palos de madera, de cuyos extremos cuelgan trozos de tela. La fregona española todavía no ha sido descubierta. No tardaran.

El Pekín mas antiguo

Cada vez quedan menos vestigios del Pekín antiguo. La China contemporánea parece estar en conflicto con la historia. La Revolución Cultural se cargó los vestigios de una cultura milenaria y lo poco que queda corre el peligro de desaparecer. La memoria histórica está en juego si se siguen destruyendo los barrios de hutongs del centro. A parte de la Ciudad Prohibida y diversos templos centenarios, quedan en pie edificios como el Centro de Exposiciones de Beijing. Fue construido por los soviéticos en el año 1954 y es una muestra emblemática de la arquitectura socialista. El palacio está coronado por una espiral dorada rematada con la estrella comunista; hay esculturas gigantes de trabajadores decorando las salas y una inmensa bóveda clásica de bronce que contrastan con la selva constructiva que se extiende a su alrededor.

La gran ventaja de esta ciudad es que, entre lo feo, resalta lo diferente. Paseando alrededor de los lagos Shicha, uno cierra los ojos y se imagina que está en el paraíso. Los sauces llorones, el árbol más común de Pekín, dan sombra a las terrazas de los bares. Aquí hay de todo, chinos y extranjeros, locales y turistas, ricos y pobres. Se puede pasear sin escuchar el sonido de los coches o las máquinas excavadoras.

Pekín mira a Los Angeles. Nada de ir a pie. Las calles son autopistas y las tiendas grandes centros comerciales. Europa para los chinos es demasiado vieja y anticuada. En el mercado de Panjahyuan puedes decorar tu casa por 100 euros con muebles tibetanos restaurados a precio de Ikea. En el capitalismo salvaje cuenta la cantidad. La calidad, ya vendrá.


A.
Agosto 2006




Film des Jahres

“Das Leben der Anderen” (La vida de los demás) és al meu parer el millor film estrenat a Alemanya aquests darrers anys. Arriba a Espanya a mitjans de febrer. Avui s’ha anunciat que serà candidata per a l’Oscar a la millor pel·lícula de parla no anglesa.
Dramàtic i emocionant retrat de la repressió durant la DDR i dels punts foscos de les elits intel·lectuals que van fer carrera amb la dictadura.
Absolutament recomanable.

C.

2007/01/23

Family

These weeks waiting in Barcelona have been everything but relaxed. The mediterranean culture promotes a 24 hours public-relations-way-of-life. It is difficult to consider being with yourself for two hours or more, just reading or thinking about whatever you want: at any moment will call you someone insisting when you can meet him-her-them to eat or drink something. Chating and eating are an obsession. It seems impossible to avoid it and I can assure that the problem is not if I'm or if im not a very well positioned person in the society. I talked with several friends and other people and almost everyone confirmed me that that is the way to live here. My feelings say that this gregarious behaviour maybe is a consequence of several centuries suffering a catholic family tradition.

I thaught a lot about it when I read two weeks ago an article from the newspaper Süddeutsche Zeitung about the annual Congress of the Green party and the debate they organized concerning its political programm for families. It was very interesting because the Greens still consider the family a negative entity because the way it can repress the individual. You can not properly develope your behaviour and personality if you live very close to the family.


This idea was in fact an opposition to my family concept. For me, one of the few things that the Mediterranean culture can offer to the developement of the world was this concept of family unity. But I have changed in many senses my point of view, mainly because I spent more than three years in Germany and I expierenced important things:

1, the Catholic tradition doesn't help the person to develope freely his personality. On the contrary, the big majoriy of countries with protestant roots force young people to find por su cuenta their lifes.

2, the family is normally the main base of a society when this society is underdeveloped. A rich country with a healthy State offers to every citizen an option to explode the best of his/her personality.

From the end of the monarchy and until the uprising of the communism, the family was in China the unique safe communuty that a chinese could have. Now the increasing opportunities to become a middle-class citizen moving to the cities and abroad divide the unity of the families and also its power. But China is still a country in developement. James Fallow wrote last december on the Atlantic Monthly : "People dont trust others outside the family. They dont trust the internet, or doctors. Or the mobile phone company to bill them honestly. Or, of course, the government. Building a company beyond the family scale requires many layers of trust..."


C.

Hace cuatro semanas que empezó la cuenta atrás para los dos plumillas que escribirán este blog. Pekín era mi objetivo y luego un reto compartido por Andrea. "Naranjas de la China" pretende ser una fuente de ideas y de debate acerca de nuestro paso por este mundo, de lo que hemos aprendido y de lo que veremos en Asia.We will try to use all the languages we can, and we will kindly accept all the others that we don't know, because we think that Europe is a common place for all of us, vinguem del continent que vinguem.
Die chinesische Abenteuer fängt am Sonntag an. Diumenge ja serem a Pequín. El domingo empieza todo.


"-Durante estos días en que no os he visto -dijo- he leído mucho, sobre todo una novela china en la que estoy y que me parece muy notable.

-¿Una novela china?, debe ser muy singular.

-No tanto como podríamos pensar -replicó Goethe-. Estos hombres piensan y sienten más o menos como nosotros y uno pronto se da cuenta de lo parecidos que somos a ellos...

-Pero, ¿quizá esta novela china es una de las más excepcionales?

-De ninguna manera -dijo Goethe-. Los chinos tienen miles de este género e incluso las tenían ya cuando nuestros antepasados vivían todavía en bosques."

(Conversaciones de Goethe con Eckermann. Publicado en "El Mundo Chino", de Jacques Gernet. Ed. Crítica)

(Berlin, Der Unlesbare Abschiedsbrief)

„Ich hab noch einen Koffer in Berlin
deswegen muß ich da nächstens wieder hin
die Seligkeiten vergangener Zeiten
sie sind alle immer noch in diesem kleinen Koffer drin

Ich hab noch einen Koffer in Berlin
das bleibt auch so und das hat seinen Sinn
auf diese Weise lonht sich die Reiseund wenn ich Sehnsucht hab dann fahr ich wieder hin“


(I apologize for my language mistakes. it's too late)


*Augustiner Bier und spannende Gespräche auf der Landungsbrücke der Club des Visionaires.

*Der neue berliner Hauptbahnhof während der WM: voll von Fans aus aller Welt und meine ‚sprints’ in der letzte Minute, mein täglicher ICE zu erreichen.

*Ost Kreuzberg, meine erste drei Monate in Berlin. WrangelStr ecke FlanckensteinStr. Einige Drogensüchtiger warten auf dem dealer. Plotzlich ein Sommersturm kühlt die Umwelt. Ich beachte alles aus einen Internetcafe. Am Abend, ein Eis in der beste türkischer Gelaterie aller Zeiten.

*Die Jäger verkaufen Pelzen aus der Autobahn Laustiz/Krakow.

*Der Taxifahrer der ich die Nacht des 1. Juli 2003 als erster Berliner meines Leben kennen gelernt habe. BerlinTegel – WrangelStr. 57. Kreuzberg.

*Paulino España und „el maricón del Bernd“, meine erste Mitbewohnern. Paulino und unsere Spazieregänge durch den Treptowerpark. (Paulino, ¿¡a ti te pasa algo?!)

*Ein Interview mit dem jungem Maler Erik Schmidt bei seiner Atelier im Platz de Vereignite Nationen: ein Plattenbau aus Ukraine, Modell P2/11.

*Das Trennen von Joschka Fischer. Der Aussenminister von Bulgarn verleiht Fischer als Zeichnung von Verziehung, der Judenstern dass sein GrossVater in ein KZ gebracht hatte.

*August in eine WG der SchlesischesStrasse. Warmeswetter, Traditionelle Kuchegespräche, moskitos, Asozialernachbarn, und turken. Im Erdgeschoss, eine Apotheke und ein Rechstanwalt der ein Vogel hat, mit der turkische der Strasse Kinder zu spielen.

*Das Leben als eine ewige Debatte mit Marc Bassets an Board des Zuges der Deutsche Bahn. If is it possible, im Restaurantswagon.

*Einsamkeit. Alleinige spaziergänge im Tegelerwald, in der ‚phantom city’ von Greifswald während der Besuch von George Bush oder meine Zwei Stunde Nachdenken unter Regen in der grosste Kohlenbergwerk des RuhrGebiet.

*Der Reiz der Staatsgewalt (von Rumsfeld bis Putin) in der OTAN Münchnerkonferenzen.

*Auschwitz. Auschwitz und eine schule aus Düsseldorf die Blumen und Traurigkeit tragen, die Opfer zu ehren,

*Strassenbahn Linie M6. Von ZinowitzerStr bis Marzahan: die Lansbergerallee, die Kosmonautenallee und Stop bei das erstes Haus das die Russen in Berlin erobert haben. Ich liebe OstBerlin!

*Im Kanzleramt: ein Gang mit der Bundeskanzlern Porträts. Mein Kanzlernranking: 1 Gerhard Schröder 1’ Adenauer. 2 Willy Brandt. 4 Helmut Schmidt. 5 Helmut Kohl... (Schröder nummer eins, Wöltje!).

*Pilgern und Auslagerung von Tausende katolische Junge in Koln, nach der Sonntagsmesse von Benedetto XVI.

*Die Nachrichten der sowjetische Truppen auf der Wände dem Reichstag.

*Kolsch Bier und Vanilla/apfel Flammenkuche im Ständige Vetretung.

*Der Kraft und Aussegewohnlichkeit der Berliner Philharmoniker.

*Die deutschen und ihre Liebe auf Kultur.

*Die grossartige Stanley Kubrick Ausstellung im Martin Gropius Bau.

*Die Schwitzentropfen von Daniel Banberoim abfallen über den Klavier während er eine Interpretation von Beethoven (Staatsoper) spielt.

*Die Fröhlichkeit ein syrisches Orchester einige Stunde vor sein erstes Konzert in Europea (Konzerthaus).

*Das unabhängiges Leben der WestBerliner.

*Die Neonazis marschieren durch die verbrannte Gebäude von Dresden für die 60 Jahre der Bombardierung.

*Die Retro shops, Designers und Organisiertes Chaos der Kastanienalle.

*Tisch Tennis, Bier und Humour mit Luis in der Pappelallee. Latinoteam gegen Helmholtzplatzteam (lucho, gracias por tu amistad. Eso sí, siempre fui mejor que tú con el ping pong!)

*Am Commeniusplatz, Friedrichshain. Jordi Subiras Home: „Du, Penner! Kommt rein! Ich habe eine Suppe für dich vorbereitet“.

*Spiel Deutschland-Polen. Das Tor von Oliver Neuville in der letzte Minute im WestfallenStadion, Dortmund. Kein Barça-Madrid wird diese Emotionen schaffen.

*Ein Cohiba mit Wöltje, für sein Geburtags, mit guter Leute und illegalle Babercue am Strand ein kleines berliner See. Erzählungen über unsere Familien und unsere Zukunft.


*Das Grab von Johann Sebastian Bach in der ThomasKirche. Maybe the most important place I’ve ever been.

*Der Leipziger Hauptbahnhof. UNVERGLEICHBAR.

*Heftige Diskussion mit Ramiro Villapadierna über die Rolle der deutsche unternehemen in Ost Europa während ein Besuch im Zeppelinmuseum, Friedrichafen, eingekreist von Maybachmotoren und erschreckte Besucher.

*Meine Hetzjagd auf WidlSchweine im Tegelerwald. SonneStunden mit einen Ruderboot am Tegelersee.

*Hamburg: Die beste Stadt Deutschlands. Alster und heiliges abendessen am Blankenesehaffen mit Andrea.

*Schönhauseralle. Zuruck zu hause nach Freude im Mittwochsclub. Eis, Schnee, Kalt. Drei Unfälle in 30’ mit dem Fahrrad.

*Sommer 2003: StreetFussball mit der turkische Kinder von Kreuzberg

*Ich leide ein Schweres Unfall 10 minuten vor einen Interview mit Markus Wolf in der Zentrale des Zeitungs Neues Deutschland. Wolf sieht blut in meiner Beinen und sagt: „Mensch, Ich dachte dass der Spionage gefährlich war!“.

*Spaziergänge in RügenInsel. Ostsee, Wald und Steilküste.

*Blick aus dem gefroreren Spree von WatergateClub.

*Grosartige Entdeckung des Internats wo Nietszche studierte (SchulPforta). Ein alter mittelaltiger Kloster das die protestanten und die Sachsen Konigreich als schule entwickelten.

*Sonntagsbesuch von Vladimir Kaminer an Floh Market Mauerpark.

*Die vergessene pankower Villas von Otto Grottewolh und seine Politburos Kollegen in Pankow. Absolut Dekadenz. Eine Vorstellung des Gewicht der Geschicte.

*Schnee, Stollen und Glühwein am spandauer Weihnachtsmark.

*Die Spur der Welt Krieg in der Museuminsel.

*Das Konzert von Paolo Conte im Garten der Alte NationalGalerie. Andrea, Ich selbst und die Italienische journalisten hören der guter jazzmelodie und trinken wein unter eine Eiche.

*Das duell der Deutschen und Japanern in der Football Worldcup für Roboter.

*Die wochenZeitung „Die Zeit“, in my opinion the best journalismproduct in Europe.

Bruno Ganz als Hitler. „Der Untergang“.

Der Tag als Ich ein Brief von Habermas bekommen habe.

Ein Abendessen in münchner SpatenBrauerei mit der besten veteranen der spanisches Journalismus.

Der Imbiss in der Ecke TorStrasse/GartenStrasse. Boulette und Unterschicht.

Exkursion durch Brandenburg auf den jagd von sowjetische militärbasis.

Turkisches Wochenende am Gorlitzerpark: familien, barbecue, Kartenspiele und schischas.

Kalt und Einsemkeit in der Karl Marx Alle.



Vor allem ist für mich Berlin der Reichtum der Graue Farbe und das Riechen der Kohlekaminen.